Las Hormonas

Sírvete un capuchino con leche de almendras antes de leer este Cafecito. Me encantaría que caminaras por un día en mis zapatos.

Querido amigo:

Sírvete un capuchino con leche de almendras antes de leer este Cafecito. Me encantaría que caminaras por un día en mis zapatos. 

Hoy te escribo porque me encuentro pensativa. Me cuestiono todo, menos si debería comerme el helado que tengo en el congelador: ¡ese vá porque vá! Quería contestar las preguntas que a veces como amigo me haces: «¿Por qué, si ayer estabas feliz, hoy estás llorando?» «¿Por qué hay días en que hasta cómo respiro te molesta?» Te explico: no voy en línea recta como tú. Mírame como la luna, que cumple su ciclo cada mes.

Podría gastarme toda esta página explicándote cómo suben y bajan mis hormonas, pero prefiero hacerlo a tu manera: hablemos entonces de negocios. 

Imagínate que llegas a fin de año, lo diste todo y tu cuerpo te pide un break. Es momento de una pausa en la acción. No hay energía para trabajar; tu mente está en modo descanso. Así empieza también mi ciclo: en luna nueva. Estoy «en mis días». Todo se siente más pesado, me siento cansada. Y así, como a ti en vacaciones te gusta pecar, a mí, en mis días,  comerme el postre completo.

Enero llega. Te sientes recargado, con ganas de iniciar. Te sientas con tu equipo a planificar el año: ideas frescas, enfoque, claridad. Yo me siento igual. Es un gran momento para salir a bailar, comer ensalada, no se necesita café. La luna está en cuarto creciente; mis hormonas también.

La estrategia da frutos. Logras cerrar ese cliente que venías trabajando. Yo también: ovulé. Nos sentimos iguales: seguros, empoderados, magnéticos. La luna está llena; las hormonas a tope. Si me dices que tus amigos vendrán a la casa, los atenderé con el mismo amor de una madre. 

Después de tu gran venta, empiezas a pensar en la siguiente. Pausas, analizas los números: ¿qué funcionó, qué no? Eres crítico, pues sabes que los números no mienten, puedes sentir frustración. Yo también: me autoevalúo, cuestiono, dudo. La luna está en cuarto menguante; mis hormonas también. Aquí es donde surgen todas las preguntas. Tal vez mi frustración nace de que mi cuerpo me pide parar, pero yo no me lo permito, la sociedad menos. Mirar hacia adentro hace que broten emociones guardadas, mis números tampoco mienten. «¿Esa es la excusa que vas a sacar por tus días de m%$#?» Pero no, las hormonas no son excusa, son contexto.

Las hormonas son las responsables de nuestro estado de ánimo, de la energía que sentimos, de la sensibilidad, de la creatividad, de la confianza. Son una parte invisible de ser mujer, que hablan en voz alta cuando no queremos escuchar. Suben, bajan. No se juzgan: se usan a favor, cada una cumple una función. Son inmensas y poderosas: para crear, para renovarnos, para proyectarnos. Cada mes es un nuevo comienzo. Como la luna. Como tus ventas del mes. 

Querido amigo, tal vez esta reflexión también sea para mí. Porque en realidad, yo tampoco estoy tan en sintonía con lo que pasa dentro de mí. Te propongo algo: yo aprenderé a escucharme, y tú a no juzgarme. Pues, si la mujer es como la luna…

 ¿No sería locura exigirle que siempre esté llena? Por más que quieras, nunca pasará.

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