Llegó diciembre y ahora no solo se siente su energía, también se vive. Ese cafecito de las 6 ahora se vale tomar trasnochado; el capuchino en leche de almendras ha sido reemplazado por el espresso doble.
Diciembre tiene más contrastes que el sol y la luna. Un mes donde se acolita el goce, el trabajo a medias y el martes social… con 5 vinitos de más. El único mes donde lo «ugly» se ve cool, cuando se trata de un sweater. Pero también un mes donde los compromisos sociales se sienten infinitos, donde prima el afán, donde toca incluir en nuestra agenda apretada la compra de regalos, las fiestas y preparativos. Diciembre se puede sentir como una maratón en la cual la meta es salir de paseo y tener «nuestro merecido descanso».
¿Cómo algo puede ser tan dual? ¿Cómo cosas que queremos tanto, disfrutamos y esperamos pueden sentirse tan agotantes y estresantes cuando las vivimos? Y en realidad, no es solo en diciembre cuando nos toca hacer aquello que no nos gusta por el disfrute de aquello que sí. Nos pasa al ser padres, nos pasa en el trabajo, nos pasa en las relaciones. ¿Cuántas cosas haces que no te gustan por hacer aquello que sí? Entonces, ¿qué tan cierta es la frase: haz solo las cosas que te hagan feliz?
En mi batalla interna por encontrar eso que me hacía feliz, rechazaba por completo aquello que no, dejándolo de hacer o haciéndolo, pero quejándome más que un cliente insatisfecho. Un día oí a una madre decirle a su hija: “Sé que no quieres subir esa montaña, pero es la única manera de poder apreciar la vista. Y si tú lo que quieres es ver cómo se ve la ciudad desde arriba, es la única manera de lograrlo.”
No todo en la vida vamos a querer hacerlo, ni ante todas nuestras tareas y responsabilidades vamos a sentirnos realizados o motivados. Muchas veces nos tocará hacerlo por la simple razón de que se debe hacer: para lograr nuestro objetivo mayor, porque es un paso para llegar a eso que queremos, porque ya evaluamos delegarlo y no fue posible. Si queremos ser deportistas profesionales, tocará también hacer fisioterapia, si somos emprendedores por arte nos toca estar en la reunión financiera, si queremos ver la vista desde arriba, nos toca subir la montaña. Por supuesto que hay diferentes maneras de hacerlo, pero son tareas, acciones necesarias.
Entonces, si toca, ¿por qué tanta resistencia? ¿Por qué no reemplazar las quejas por pequeñas acciones que nos ayuden a pasarla bien? Una dosis de amor cambiará la dinámica, pues cuando las cosas se hacen con amor, es como si fueran hechas con magia.
Poner el podcast cuando estés en el trancón del carro. En la fila de pagar, practicar mindfulness. Entre todos los regalos, incluir uno para ti. Dar regalos con intención, no por su valor.
Pero, más que todo, hacerlo recordando que… todo pasa. Tanto eso que no querías hacer, como lo que vas a disfrutar por haberlo hecho.
En esta vida dual, haz que la luna salga en el día.