6:00 A.M. — Suena el despertador.
6:20 A.M. — Hierve el agua, se muele el café, prensa francesa.
6:30 A.M. — Repaso todo en mi mente; tengo mi to-do list como fondo de pantalla.
Sé exactamente qué me voy a poner para el evento de la tarde y ya dejé organizado lo que se hará de almuerzo. Trasnoché para llegar preparada a la reunión de las 10. Qué bien se siente sentirse lista. Todo bajo control.
8:30 A.M. — Suena el celular, ya no está en modo luna. —“¿Puedes hablar?”
Hay frases que son como la reseña de un libro: no lo has leído, pero ya sabes de qué va. Frases que te hacen sentar antes de empezar la conversación. Y aunque presientas que algo importante se acerca, jamás podrías imaginar lo que esconde el silencio en medio.
—“Tengo un tumor, es maligno.”
Todo el control que creías tener da un giro de 180 grados. Hay frases que, aunque breves, cambian tu vida para siempre.
¿Cómo debo reaccionar?
Este cafecito no es de lo duro, sino de lo mágico. Es de personas valientes, no de víctimas. Es de cómo mi actitud dejó de importar frente a la de ella. Porque mi actitud se transformó simplemente al ver la suya. ¿Cómo no ver el arcoíris en plena tormenta cuando quien recibe los rayos de cerca es la más fuerte? ¿Cómo no poner en perspectiva tus propios sueños? ¿Cómo no querer cambiar tu mindset? ¿Cómo no inspirarse? ¿Cómo no aprender?
Tener buena actitud en la vida es tener la valentía de enfrentar cada situación de la mejor manera posible. Es encontrar el lado positivo en todo lo que cruzamos en el camino. Es detenernos a ver los pequeños milagros que nos topamos cada día. Estas palabras no son mías, me las dijo ella. Y me hacen preguntarme: si ella puede ver el vaso medio lleno, ¿cómo no podríamos todos intentar cambiar la forma en que reaccionamos ante la vida? ¿Podremos, si queremos, cambiar nuestra actitud frente a lo que nos sucede, por más duro que sea? ¿Ser valiente o ser víctima es una decisión? ¿Qué se necesita para pasar de quejarse a agradecer?
La actitud está anclada a fuerzas mayores, a algo que da sentido a nuestra vida; ese algo se convierte en nuestro motor. Viktor Frankl, psiquiatra judío y sobreviviente de campos de concentración, nos habló de cómo quienes tenían un propósito claro eran más capaces de sobrevivir, incluso en condiciones inhumanas. Su famosa frase: «A pesar de todo, decirle sí a la vida.» Para ella, a pesar de todo, es decirle sí a su familia.
Al final, tal vez la vida no se trata de lo que te pasa, sino de cómo decides afrontar aquello que te pasa. Siempre tendrás dos caminos: preguntarte por qué te pasan cosas duras o asumirlas, y poner tu pecho con fuerza y amor. Es tu decisión. El poder está en tu mente.
10:00 P.M. — Me propongo entonces ser valiente, recordando que el sol siempre está, aunque solo se vean nubes. Por ella.