6a.m, momento del café.
Más que su sabor, me conquista su ritual; el arte de vivir la vida despacito. Vivimos en una sociedad inspirada por el afán, por mantenernos ocupados, siempre full agenda. Parecemos todos corredores de la F1, dándole vueltas a un circuito lo más rápido que podamos para cruzar una meta. Meta la cual inmediatamente después de ser cruzada, nos exige entrenar para nuestra próxima carrera. Nuestro Red Bull es el miedo, atemorizados porque nos pase lo de BlackBerry; quedarnos atrás.
Somos una generación de inmediatez, donde nos cuestan los procesos, nos deleita la urgencia, el Amazon Prime, Rappi, Netflix. Hay algo dentro de nosotros que se siente importante al estar ocupados 24/7, es como si no tener tiempo y ser esclavos del afán fueran una característica del éxito, donde se recompensa más el hacer que el ser.
Pocos hacen lo que estás haciendo ahora, sentarse detenidamente a leer una columna más extensa que los 280 caracteres permitidos por tuit. ¿Cómo se siente? ¿Cómo se siente tener el privilegio de un momento para ti? Para mí, es un lujo.
Me surge la duda, ¿será que vivir con prisa ha distorsionado el verdadero significado del lujo? ¿Será que la falta de conexión con el presente nos está cobrando factura?
Mis abuelos la tenían clara; comer siempre en familia para conectar, sentarse en una sala donde no exista más que conversar, la lectura por placer, la cocina como acto de amor. En esa vida sin afán, el lujo se encuentra en lo cotidiano.
En la F1 de la vida, el lujo se ha centrado en lo material, en Google Calendar, en tener, o por lo menos aparentarlo. ¿Sera que hay que tener unas cuantas arrugas y canas para cambiar el mindset?, para cuestionarnos, ¿qué es lo realmente lujoso de mi vida actual?
El lujo de tener salud, porque sin salud, no hay manera de disfrutar el resto. El lujo de tener tiempo, porque sin tiempo, no hay forma ni siquiera de saber lo que nos gusta. El lujo de lo cotidiano; del cafecito, el atardecer, de un abrazo. El lujo de poder conectar, de una mirada a los ojos en un mundo digital. El lujo de poder decidir, el lujo de siempre poder volver a empezar.
En un mundo con poco tiempo para disfrutar del cafecito, siéntete lujoso al practicar el arte de vivir la vida despacito.